El acuerdo entre Orange (Amena por aquel entonces) y el cableoperador vasco prometía una muy buena relación para ambas compañías, ya que permitió a Euskaltel introducirse en el mercado de la telefonía móvil y a la marca francesa operar en el País Vasco.
Sin embargo, en 2006 Euskaltel quiso empezar a jugar por su cuenta y decidió pasar todas sus líneas a la red de Vodafone, rompiendo así una alianza que dio inicio a una guerra encarnizada en los tribunales y en los despachos (Orange llegó a desactivar las líneas de los directivos de la compañía vasca).
Fue como un divorcio traumático en el que Orange era mamá y Euskaltel, papá (o viceversa) y en el que los clientes fueron los hijos que se quedaron en medio de la disputa. Las ofertas cruzadas llovieron para intentar captar al mayor número de usuarios posible. Y lo que es peor, se les obligó a cambiar de tarjeta SIM.

La Justicia falló a favor de Orange y condenó a Euskaltel a indemnizar a su antiguo socio con una cuantiosa suma por haber roto su acuerdo comercial.
Sin embargo, la jugada terminó por salirle tremendamente mal a Euskaltel. En 2012, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco validó el laudo de un Tribunal de París, condenando a la cableoperador a pagar una indemnización de 222 millones de euros por romper los términos de su alianza con Orange.
Una sanción que rompió las cuentas de Euskaltel. Tanto, que la compañía tuvo que tragarse su orgullo y volver a la red de Orange. La versión del operador vasco fue que Orange ofrece mejores condiciones económicas que Vodafone, pero saldar su deuda con la marca naranja tiene más sentido.